Creo necesario iniciar esta reseña preguntándoles lo siguiente: ¿Quién no deseó ser un superhéroe o tener algún poder de niño? Creo que la mayoría, por lo menos yo sí, inclusive hoy sigue latente el deseo, por lo cual no es ninguna sorpresa que haya salido totalmente satisfecho de ver ¡Shazam!, la nueva propuesta de Warner Bros. y New Line Cinema en el DC Extended Universe (DCEU) o Worlds of DC.

¡Shazam! es dirigida por David F. Sandberg, el cineasta que irrumpió en el radar de Hollywood después de su sobresaliente debut en el género de terror con Lights Out, para después solidificar su talento con una bien lograda segunda parte en Annabelle: Creation (que a la vez sirve de película de origen).

Como era de esperarse, muchos se preguntaban de qué manera un director de terror llevaría a cabo la proeza de presentarnos a un singular superhéroe, el cual se aleja un poco de la seriedad acostumbrada en personajes como Batman, Superman y hasta, Wonder Woman. Dicha pregunta se respondió cuando vimos que alguien como James Wan (Saw, The Conjuring) logró darle forma a un personaje complejo pero interesante como Aquaman, no solamente en taquilla sino también para aterrizarlo lo suficiente para recuperar el respeto que se merecía y que había perdido hace años por culpa de la serie animada de Super Friends.

De esta manera, Sandberg tenía el reto de replicar lo que Wan logró, y al tratarse de un realizador proveniente del mismo género, le otorgaba como un pase de confianza, algo así como un sello de garantía de que esta adaptación tendrá resultados favorables. Y me alegra decir que lo logró.

Su acercamiento al extenso pero no tan conocido material del mortal más poderoso de la tierra (Earth’s Mightiest Mortal) le fue suficiente para entregarnos un filme redondo y entretenido, el cual está consciente de su fórmula pero sin llegar a colgarse de algún recurso específico, inclusive se da el tiempo de plantearnos elementos emocionales enfocados en la importancia de la familia y el deber que conlleva tener poderes. que sin lugar a dudas conectará con los espectadores que busquen una aventura llena de corazón.

¡Shazam! es alegría pura, no se complica ni intenta ser algo exagerado a la hora de contar su historia, su pureza reside en lo bien llevado que está su humor y los momentos de acción, en la manera que los niños interactúan, volviéndose algo fresco en comparación de todo lo que hoy en día ofrece el cine de superhéroes. Inclusive podría decir que se siente como una película de superhéroes de antaño, algo que lleva el sello de inocencia y necesidad por encajar en el mundo, tal como lo vimos en el filme de Superman (1978) de Richard Donner, mezclándose con la premisa que nos presentó el filme de Big (1988), en donde tenemos a un carismático Tom Hanks que encarna a un niño que se transforma en adulto e intenta sacarle provecho a las “facilidades” que brinda la vida adulta.

Todavía más influencias se pueden notar en ¡Shazam!, que gracias a lo que ofrece, sirve como un satisfactorio entretenimiento que puede existir sin sentirse forzado a cohabitar en un universo de películas, digo esto, sobre todo por la asfixiante época en la que nos encontramos, donde las películas de superhéroes abarrotan los cines sin importar la calidad de su manufactura, sin importar que estén calzadas a la fuerza con la única excusa de seguir el hilo de los eventos que se entrelazan dicho universo.

Por ejemplo, la trama no se complica pero a la vez no pierde su importancia, es algo que ayuda a que los personajes tengan un desarrollo decente, especialmente el de nuestro protagonista, el solitario pero determinado Billy Batson (Asher Angel), quien en su búsqueda por su familia se ve envuelto en diferentes percances con las autoridades, lo cual lo lleva a ser adoptado por una familia formada por huérfanos. Aquí es donde recae el verdadero poder del filme, su núcleo que la sostiene, me refiero al poder de la familia, a la necesidad que todo ser humano tiene y busca.

Obviamente, Billy es elegido por un antiguo mago para heredar sus poderes para hacerle frente a un mal que amenaza con liberarse de sus ataduras ancestrales. Gracias a dichos poderes que se le otorgan, el joven se transforma en el imponente ¡Shazam! (interpretado por un divertido Zachary Levi), quien en cada momento que está en pantalla brilla, ya que sigue manteniendo esa personalidad infantil de una manera que no se siente cursi o estúpido, sino más bien encantador e inolvidable, mientras lidia con la responsabilidades que conlleva tener dichos poderes, algo así como un Coming of Age de un superhéroe. Todo este descubrimiento y lucha se desdobla en las 2 horas y 15 minutos de duración que tiene el filme, duración que no llega a sentirse debido a lo bien que lo pasa uno viendo la pantalla.

¡Shazam! (tanto el filme como su personaje) sabe lo que es, está consciente de sus limitaciones y usa esos dos elementos para darle al público lo que quiere. Hago hincapié en este punto, porque el filme pudo haberse transformado en una comedia sin esencia, pero es más que eso, hay un cálido mensaje que todo niño (sin importar la edad) necesita tener en cuenta las lecciones que se pueden encontrar aqui, que son casi impropias del género de superhéroes, aún cuando exhibe un villano como el Dr. Sivana (Mark Strong) que puede definirse como el único aspecto genérico del filme.

Eso sin contar la gran cantidad de referencias visuales a otros personajes y filmes de DC y Warner. En conjunto no son lo suficientemente invasivos como para afectar el desarrollo de la historia familiar, haciendo que las interpretaciones se sientan genuinas, los niños comportándose como harían los niños de su edad y de los tiempos en los que nos encontramos. En especial destaca el personaje de Freddy Freeman (Jack Dylan Grazer) quien sirve como vínculo para que los demás sean parte de la aventura. Podría incluso definirse como el fanático soñador que todos llevamos dentro.

En lo técnico, especialmente en el apartado de efectos especiales, salen a flote sin ser tan impresionantes, pero sirven para definir los poderes y la personalidad de Shazam y el Dr. Sivana, mostrándonos un contrastante uso de los efectos especiales. La fotografía tiene un acabado en el que sobresalen los tonos fríos, ya que se desarrolla en vísperas de la Navidad, lo cual es entendible, aunque es necesario mencionar el gran trabajo que se logró a la hora de articular momentos de acción, humor y hasta pequeños elementos de terror (algo que Sandberg no dejaría pasar, digo, tomando en cuenta lo que había dirigido  anteriormente).

La dirección de Sandberg se toma el tiempo para jugar con las escenas, por momentos es simple y en otras situaciones hace un creativo uso de tomas y cortes, sin llegar a sentirse “over the top”, o sea, sin quitar los pies de la tierra, como una película pequeña (costó menos de 100 millones de dólares). Aún así, ¡Shazam! no deja de ser una película con mucho potencial para seguir contándonos nuevas aventuras de este superhéroe en pleno desarrollo, ya que, a pesar de lo mucho que amemos lo que Marvel ha logrado con los Avengers, si algo le ha hecho falta al género y es de gran vitalidad, es la posibilidad de que estos dioses se sigan sintiendo humanos, y de esa forma el espectador pueda sentirse relacionado con sus luchas y emociones.

Hasta el momento, la racha de DC Comics y Warner Bros sigue brillando a favor, y parece indicarnos que el camino que se está cimentando a futuro seguirá contándonos historias de origen de personajes interesantes, para así recuperar la gloria que en algún momento tenía la casa de Superman y Batman en la pantalla grande. Por el momento, con ¡Shazam! se logra un nuevo paso ese deseado futuro, por lo menos para los que amamos los cómics y las historias llenas de corazón.

Al final del día, no puedo negar mi emoción por pasar más tiempo con estos personajes en futuras películas, mientras tanto, debo cerrar esta reseña para poder ir nuevamente a disfrutar esta película. Por cierto, hay dos escenas post-créditos.


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