Creo que la mayoría que ama el género de ciencia ficción sabe lo importante que es Matrix dentro del concepto filosófico y futurista que nos presenta su premisa, también por el lado técnico a la hora de desplegar las posibilidades que un mundo virtual nos puede brindar y de paso dejarnos la eterna pregunta si vivimos en una simulación o si estamos sedados para volvernos en peones de seres superiores que antes fueron nuestras herramientas evolutivas. Sea cual sea la razón, esta franquicia nos dio una razón más por la cual el cine sigue siendo un medio para seguir soñando.

Y ahora, con la llegada de Matrix Resurrections, no les negaré el temor que tenía desde el primer momento que se anunció esta cuarta entrega, y más cuando todo parecía apuntar a que solamente querían conectar con la nostalgia para vendernos una nueva aventura de Neo contra las máquinas. El temor fue en crecimiento cada vez que un nuevo tráiler salía al público, las teorías empezaron a circular y la gente quería emocionarse, por ende, decidí mantenerme cauteloso al respecto, hasta que tuve la oportunidad de ver el filme en HBO Max.

Dos horas y casi 30 minutos después de haber visualizado la nueva entrega de Lana Wachowski, puedo ser directo en decir que Matrix Resurrections queda a deber tanto que se vuelve algo decepcionante al compararla con todo lo que intentó vender-prometer desde su anuncio. Tampoco es una porquería infumable ni mucho menos es un filme que queda abajo de Reloaded y Revolutions, simplemente no se siente como una entrega que tenga el suficiente peso para justificar todas las buenas intenciones con las que quería volver a hacernos pensar lo que la realidad puede ser y lo que en verdad queremos ver. Hay cosas que sobresalen e ideas refrescantes desde una visión “Gamer-Programador”, pero por alguna razón no termina de compilar.

Tomemos como partida lo último que acabo de mencionar. El filme tiene toda la intención de hacer reflejo con lo sucedido en las anteriores entregas, así como a la vez jugar con esos aspectos al punto de llegar al Meta-Humor. Estoy consciente que el filme no es tan amigable para quienes no vieron las anteriores entregas o para quienes no tienen tan presente los sucesos más importantes, por lo cual se sentirán abandonados en una grisácea fiesta de acción y secuencias cortadas (espero que haya sido más por culpa de la edición que de la dirección).

He leído y escuchado opiniones que mencionan lo difícil que se les hizo seguirle el hilo al filme, porque en la mayor parte de su metraje se la pasa jugando con las ideas y de repente intenta evocar la nostalgia con escenas para más adelante arruinar el planteamiento con frases y acciones que más que nos intenten provocar un despertar de nuestro letargo digital o social, terminan por dejarnos indiferentes y preguntándonos si era necesario todo eso.

Las secuencias de acción están entre regular y carentes de creatividad, tampoco esperaba una revolución tecnológica como lo fue la primera entrega, pero aún así, lo mínimo era el poder recibir algunas piezas elaboradas de persecuciones o enfrentamientos que le hagan honor a la franquicia y al género de ciencia ficción, pero, simplemente estas piezas se sentían sin ganas, sin esfuerzo, por momentos hasta creí que estaba viendo un fan film, porque sin importar el gran presupuesto, las secuencias no emocionan ni eran suficientes para mantenerme pegado a la pantalla. No sé si esto se debe a que las artes marciales presentadas en el filme se quedan cortas después de disfrutar filmes como The Raid 1 y 2 o la franquicia de John Wick, donde hemos podido disfrutar de un Keanu mayor dando palizas sin verse tan soso o desinteresado como en este filme. Me duele decir que los efectos especiales están bien, sí, solamente está bien y ya.

Es curioso que en el filme vemos a Thomas Annderson-Neo totalmente aturdido y pérdido, que después del éxito que resultó ser su franquicia de juegos (elemento de la trama) ahora está en una etapa de Burnout creativo, donde nada le emociona o le genera inspiración para seguir, solamente el evocar al pasado, a un viejo amor, recuerdo o fantasía. Menciono esto ya que así se siente la franquicia con esta cuarta entrega, el cansancio y poco interés por parte de sus creadores para descubrir nuevos horizontes de lo que el mundo de Matrix podría llegar a hacer. 

Obviamente yo no soy nadie para decir qué cosas debieron abordar, pero me hubiese encantado ver más sobre la relación del hombre y las máquinas, enfocarse en ese frío mundo que solamente conocemos cuando es necesario escapar de los sueños previamente renderizados, donde miles de balas salen volando por doquier y las habilidades sobrehumanas son la manera de medir la inteligencia de sus protagonistas a priori de los enemigos binarios que buscan una autonomía (libertad) más allá de solo ser agentes y analistas.

Honestamente yo no tengo ningún problema con la narrativa romántica con la que impregnaron al filme, ni tampoco me es grave la intencionada agenda a lo políticamente correcto, ya que, es algo que se veía venir por parte de los creadores involucrados. El detalle aquí es que, ni aún cuando tenían sus bases bien establecidas lograron que el filme fuese interesante y cautivador. Simplemente se queda suspendida en una sobresaturación de buenas intenciones mal ejecutadas. Probablemente habrá personas que disfruten la manera en la que se desarrolla el filme o en la que intenta contar su historia, pero en mi caso personal, sentía pereza de continuar con la temática collage para exponer un punto de vista. Por momentos esperaba que las escenas de acción fuesen lo suficientemente creativas y bien logradas para poder darle paso a todo el embrollo narrativo que deja caer el filme en su primera mitad.

En cuanto a las actuaciones, podemos decir que los actores que decidieron volver para esta entrega lo hicieron bien, tampoco algo espectacular, pero cumplieron con ser y estar. Aunque por el lado de nuestro protagonista (Keanu Reeves), por momentos se sentía fuera de sí, yo entiendo que su persona está en constante debate de lo que es él y de lo que cree sobre su entorno. Pero no sé, durante todo el filme estaba sedado en una actuación muy rígida en cuanto a reacción y acción.

Respecto a la participación de Carrie-Anne Moss, pues su regreso a la franquicia le sienta bien, no agrega pero tampoco quita, está bien en su papel de Trinity, como si el tiempo no hubiese pasado encima y de paso es buena como catalizador para darle movimiento al mundo de Matrix y de paso se vuelve en una razón suficiente para que haya química con Neo. En el caso de Yahya Abdul-Mateen II (Morpheus) se siente como fuera de lugar por instantes, a veces evocando nostalgia pero por otro lado quedando como un recuerdo que no era tal cual como lo imaginábamos. En cuanto a personajes nuevos como Bugs (interpretado por Jessica Henwick), podría decir que calza hasta cierto punto para ubicar y darnos cierto contexto inspiracional de quienes tuvieron la fortuna de ver al elegido elevarse o romper con el paradigma secuencial de sus vidas, a la vez busca ser ese aire de frescura a lo que ahora es el mundo de Matrix.

Vuelvo a repetir, la mayoría del elenco hace su parte muy a secas, por ejemplo, del lado de los “villanos” tenemos a Jonathan Groff quien sirve hasta cierto punto como una actualización del emblemático Agente Smith, aunque al final no logre cerrar su círculo interpretativo y parezca algo forzado para el “Deus ex Machina” del final, pero aún así logra agradar en sus intervenciones. Aquí podríamos decir que el actor Hugo Weaving (el agente Smith original) logró evadir las balas al no participar en esta secuela. Volviendo con los personajes, la maquiavélica aportación de Neil Patrick Harris es de agradecer hasta cierto punto, no como algo increíble pero con suficiente peso para comprender sus objetivos y ambiciones, ayudando a entender hasta cierto nivel de todo lo que estaba pasando.

Sé que esta reseña puede sentirse muy negativa o con tintes pesimistas, pero estoy siendo lo más honesto y justo posible al mencionar que más allá del potencial que irradiaba el guion, simplemente no logra aterrizar a algo sólido y palpable, no sé, aunque sea para crear un puente entre los acérrimos fanáticos y quienes apenas estaban por adentrarse al grandioso mundo de Matrix. La oportunidad se desperdició en elementos que no terminaron de cuajar ni con su propia concepción narrativa. De cierto modo me duele que esta cuarta entrega no haya cumplido con extender el universo de las primeras 3 entregas o por lo menos que haya tomado chispas de inspiración en las provocativas ideas que Animatrix también planteó en su momento.

Por dicha razón, me es un poco difícil hablar de Matrix en estos tiempos donde todas esas ideas y conceptos se han vuelto más accesible para la sociedad, pero que de alguna manera parece que se sigue marcando en dos vertientes emocionales, por un lado estarán quienes aún consideran necesaria una secuela y por el otro quienes prefieren quedarse con todo lo que propuso la primera entrega y olvidar las parafernalias en las que se transformaron las secuelas. 

Cualquier lado tiene sus razones y se debe respetar la elección de cada quien, como si se tratase de la píldora roja y azul, existen y deben estar ahí para quienes buscan entretenimiento sin complicaciones o una idea que rete a nuestra monótona realidad. En lo personal, no debí haberme emocionado tanto en querer tomar la píldora roja después de ver Matrix Resurrections.

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