Hoy en día, los videojuegos ya no son simplemente una industria dedicada a hacer cosas que consideramos entretenidas, son empresas gigantes que usan recursos humanos de todo tipo de talento y financiamiento de millones de dólares para hacer que tan solo un título pueda ser creado, toda la planeación se hace con sumo cuidado, tiempo y con todo tipo de talentos y disciplinas para llevar a cabo lo que empieza como una idea, hasta un estante o una tienda en línea.

Afortunadamente (o desafortunadamente) vivimos en una época donde los videojuegos ya son tomados muy en serio, con presupuestos y ganancias que llegan a superar otro tipo de media como la televisión o la música, y las empresas encargadas de desarrollar las consolas, y los juegos responsables de nuestro entretenimiento, son aquellas que han moldeado la industria como lo es ahora.

Las industrias Triple AAA, mejor conocidas como los gigantes de hierro, encargadas de forjar los juegos que llevamos jugando todas nuestras vidas, con proyectos gigantes como World of Warcraft, Overwatch, Fortnite, Assassins Creed, Street Fighter y Uncharted (solo por mencionar algunos) son clásicos y franquicias que han estado en nuestra consciencia colectiva como jugadores y fanáticos de estos juegos.

La industria AAA ha moldeado el mundo del gaming, lo ha estado haciendo desde hace más de 30 años, y lo seguirá haciendo hasta que esta industria deje de ser lucrativa, porque créanlo o no, es muy, muy lucrativa.

Con la era digital y los beneficios de información de Internet, tenemos al alcance de nuestros dedos toda la información relevante respecto a los productos que nos encantan, y me atrevería a decir que en nuestra comunidad, nuestro hobby es uno de los que más ruido llegan hacen en las redes sociales. Hay un error, un injusticia en esta industria, y si alguien hace un soplo de ellos en alguna red social, se convierte en un huracán.

Los fanáticos del gaming no perdonan, porque somos una comunidad que sabe cuándo hay algo mucho más que lo que las empresas dejan mostrar.

No quiero que piensen que se trata de criticar a la industria triple AAA, por mucho tiempo ellos nos han brindado a nuestros iconos, a nuestros héroes del entretenimiento, muchos crecen con Superman o Iron Man, mientras que otros crecen con Master Chief, Lara Croft, o el mismísimo plomero rojo, es gracias a ellos que la industria es lo que es hoy en día e inspiran a millones de personas a entrar en el medio, a decir:

Esto me encanta, quiero ser parte de esto, quiero ser el que construya esos recuerdos a estas personas, y el que inspire a otros como este juego me inspiró a mí”.

Pero vivimos en una era donde la industria triple AAA ya no es la única a cargo de nuestro entretenimiento, no son los únicos que inspiran sueños.

La industria Indie es, en mis ojos, una de las más aguerridas de la industria del entretenimiento, no solo por la bestial cantidad de esfuerzo, desvelada, sangre, sudor y lágrimas que muchos desarrolladores le ponen a sus proyectos, sino por la pasión, el esfuerzo humano y el riesgo que presenta para muchos de ellos hacer algo que para nosotros es una experiencia o entretenimiento.

Aquellos que recuerdan los juegos del pasado en sus corazones y tienen la osadía de entrar en esta industria, le están brindando la misma experiencia a nuevas generaciones, a nuevos jugadores; están pasándole el control al siguiente jugador.

Pero de vez en cuando nos toca a los jugadores más viejos, a los jugadores de antaño, recoger el control nuevamente para probar nuevas experiencias, y que por alguna razón se sienten familiares, como si esa sensación de redescubrimiento volviera a pasar.

Juegos clásicos de toda la vida hay incontables, de hecho si tuviera una moneda por cada clásico que he jugado o que se ha quedado en conmigo en mi vida, podría comprar Epic Games, y es que es esta influencia la que hace que la nueva generación de personas y juegos rescaten aquello que hoy, más que nunca, importa en esta industria:

Un juego que sea divertido, que nos dé nuevas experiencias, y que recordemos y llevemos con nosotros toda nuestra vida, no por ser una distracción o un entretenimiento, sino por ser algo que realmente amamos y nos importa.


Blazing Chrome
, Moonlighter, Bloodstained, Yooka-Laylee, A Hat in Time, Freedom Planet
y muchos, muchos otros son la viva esencia de lo que hacía a los juegos increíbles, lo que hacen a los juegos el medio que tanto nos gusta y nos apasiona, y el enorme sacrificio de pocos para traernos a nuestras pantallas, la nostalgia y la diversión de cuando éramos niños, y una nueva experiencia a aquellos que están creciendo con esta industria.

Hoy en día, muchos juegos retro pueden aparentar solo ser eso, ser retro. ¿Para qué jugar algo que ya hemos jugado toda la vida? ¿Por qué no mejor tener experiencias nuevas?

Lo mejor de esta industria, es que podemos tenerlo todo, podemos vivir una nueva y emocionante aventura, pero al mismo tiempo podemos regresar al pasado a esas viejas experiencias, presenciar el renacimiento de una franquicia, o la muerte de una, celebrar a nuevos creadores, y llorar por los que se han ido; es una industria, que necesita de todo para ser tan diversa como lo es hoy en día.

Vivimos en una época donde este hobby, NUESTRO hobby y sus fans se enteran de la polémica, la mala publicidad, las prácticas corporativas cuestionables, dudosas, cínicas y con fines de explotar al consumidor, donde el  renacimiento de proyectos de antaño resultan ser cuando menos pobres, y donde hoy en día la transparencia es sumamente importante.

Pero, de vez en cuando, hay excelentes títulos, títulos que no siguen las cuestiones modernas y que se dedican únicamente a traernos la esencia de lo que toda la vida hemos conocido como la industria de los videojuegos, y es por ello que ahora, más que nunca, necesitamos que los proyectos retro, o que al menos simulan ser retro, sigan apareciendo.

En una industria donde el cambio constante y prácticas corporativas asoman su fea cabeza, la simplicidad y el corazón de los proyectos retro existen para recordarnos lo que realmente importa de los videojuegos; dejarnos una buena experiencia, y con suerte, una que llevaremos todas nuestras vidas.

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