Estamos a días de cerrar este difícil año que no solamente ha puesto en riesgo la vida de la humanidad, sino que también ha puesto en juego la salud mental a la hora de mantenernos en confinamiento, lo cual ha llevado que muchos busquen alivio en el entretenimiento digital, ya sea al ver series o películas en alguna plataforma de streaming o el de ponerse a jugar X cantidad de juegos.


En lo personal, opté por aprovechar las dos opciones, pero en especial decidí tomar el paquete de viaje virtual que Animal Crossing: New Horizons me brindó, el sencillo pero a la vez complejo juego de Nintendo que llegó para darle vida y color al rutinario encierro de la realidad.

Más allá del fenómeno y el positivo efecto que resultó ser este simulador de vida, yo ya estaba al tanto de su llegada, ya que es una de las franquicias de videojuegos que más adoro y he disfrutado con el paso del tiempo. Aunque, no tenía en mente que se volvería en el escape ideal o la herramienta anti-pandemia para millones de personas.

Para quienes no tengan una idea de qué trata Animal Crossing o cuál es el objetivo del juego, dejenme resumirlo con una palabra: Nada. Así es, el juego tiene como misión el hacer diferentes tareas con la única finalidad de mejorar la isla que habitas, llegando a extremos en donde puedes organizar, terraforma y hasta adornar cada rincón con la única finalidad de personalizar tu estancia virtual en dicho simulador de la vida. Pero la magia reside en los pequeños detalles de estas tareas cotidianas y en su forma de hacernos encariñar con sus personajes y la paz que emana este paraíso costero.

Tu isla está habitada por tiernos y carismáticos vecinos que son representados como animales antropomórficos (ciertas características humanas) que siempre buscarán la oportunidad de saludarte, regalarte algo o pedirte un consejo para hacer de sus vidas algo placentero. Todo esto, con la única finalidad de hacerte sentir parte de una comunidad, parte de algo que día con día va entrelazándose con la idea que uno podría tener de “Una vida o paraíso ideal”. Aquí entra un gran elemento que ha ayudado a millones de personas. El poder sumergirte a un lugar donde tú puedes crear, administrar y desarrolar el lugar ideal para escapar de la gris realidad.

Desde mi llegada, el juego me hizo comprender que tal como la vida misma, las cosas que uno quiere lograr se deben realizar con esfuerzo, dedicación y paciencia, ya que dentro del mundo virtual de Animal Crossing, el tiempo transcurre al mismo ritmo que en la vida real, obligando a uno a planificar y decidir en qué dedicar el tiempo para que la espera de un nuevo vecino, un nuevo establecimiento o construcción de un museo, sea más amena. 

Obviamente existe la posibilidad de adelantar el tiempo y brincarse todos estos procesos de espera, pero cada quien experimenta y juega el título a su manera, aunque personalmente recomiendo disfrutar los días pasar de manera natural, ya que cuando uno ve terminado un proyecto, le tomarás el cariño y cuidado como cuando uno fabrica o logra algo en la vida real.

Si tuviera que responder a la pregunta de ¿Por qué le dedicaste tantas horas a ese juego?, mi respuesta sería muy sencilla: Porque me ayudó a sobrellevar el estrés, la ansiedad y la lucha diaria por mantenerme encerrado para el bienestar de todos mis familiares, amigos y personas de mi alrededor.

Pero, si me preguntan la razón por la cual le dediqué más tiempo en comparación de otros grandes juegos como Ghost of Tsushima, DOOM Eternal, Fall Guys o Final Fantasy VII Remake, mi respuesta sería un poco más rebuscada, pero podría responder con el hecho de que en Animal Crossing no me veía presionado o atado a cumplir misiones o tareas lineales para lograr sentir un avance, ya que el juego simplemente no tiene un final como tal, siempre hay algo nuevo que hacer y al ritmo que uno quiera hacerlo. Esto me mantenía volviendo una y otra vez, ya sea para ver qué novedades tienen las hermanas Manitas, que nuevo objeto había en la tienda de los pequeños Nendo y Tendo, así como la visita de ciertos personajes en ciertos días festivos.

Otro factor que determinó mi atracción por New Horizons fue la manera en la que uno interactuaba con los demás jugadores, esos constantes viajes a nuevas islas para intercambiar recetas o para tomar ciertas frutas que inicialmente no existen en el hogar de uno, se transformaron a viajes organizados para poder vender fósiles o regalar objetos que uno ya no necesita.

Pero por si eso fuera poco, esa interacción evolucionó al punto de volverme un comprador y vendedor compulsivo de nabos, parecía un corredor de la bolsa de valores revisando redes sociales para encontrar y revisar el alta y baja de los nabos hasta encontrar el precio ideal para después viajar a una isla donde pudiera vender mis millones invertidos en nabos y generar ganancias increíbles en bayas (moneda del juego).

Hubo días donde estaba despierto en la madrugada para ser de los primeros en ver los precios que ciertas regiones del mundo compartían para invitar a los interesados a visitar sus islas a cambio de dos o más boletos DODO, los cuales rápidamente se volvieron en la moneda de cambio para comprar o conseguir a un aldeano ideal, algunos llegando a precios exagerados por la simple popularidad o demanda del animalito.


Algo que igual me atrapó del juego fue lo sencillo y accesible que es para cualquier persona, dando como resultado una experiencia adictiva, ya que a las pocas horas podía notar como mis amigos que jamás habían jugado Animal Crossing o videojuegos, terminaban totalmente enganchados hasta el día de hoy, eso demuestra muy bien lo que Nintendo quiere lograr con sus título o productos, algo que pueda disfrutarse sin importar el tiempo ni la edad.

Pero en fin, podría extenderme hablando de las miles de cosas que este título me ha brindado en este año y los que están por venir (el juego no tiene fin y cada festividad o temporada tendrá nuevas actividades por realizar), lo cual más allá de premiarlo como el juego del año, me gustaría simplemente decir que Animal Crossing: New Horizons es el juego que salvó el 2020, por lo menos para mí.

Espero que este texto haya servido como inspiración para darse la oportunidad de entrar a este juego de Nintendo para experimentar una de las miles de cosas que este grandioso y pácifico mundo virtual le ha brindado a sus jugadores que hoy en día siguen activos. Si se animan a entrar, los invito a visitar mi isla de Copala, en donde con gusto les regalaré cosillas y les daré un tour por cada rincón de mi isla, solamente les pido que no pisen las flores.

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